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Adicción al sexo


27 / ENE / 2018

Conocida técnicamente por hipersexualidad, se caracteriza por la frecuencia y la intensidad de las fantasías sexuales, la activación psicofisiológica, el ansia y las conductas sexuales, todo ello asociado a un componente de impulsividad y un deterioro progresivo de la vida de la persona y de su bienestar psicológico y físico.

Podríamos afirmar que la adicción al sexo es una de las más ocultadas, debido al tabú que lleva aparejado aún hoy en día el sexo en sí mismo.

Es sumamente difícil establecer un prototipo de adicto al sexo, aunque son frecuentes las siguientes características: hombres, con una edad comprendida entre los 20 y los 40 años.

El sexo es una fuente de placer y gratificación muy fuerte y, como en el resto de adicciones, se comienza  a utilizar para aliviar el malestar,  creándose una potente asociación entre ambos, limitando o haciendo desaparecer otras fuentes de satisfacción. En este sentido, la adicción al sexo acostumbra a ser únicamente el síntoma de una serie de problemas más profundos.

El límite sería los efectos en la vida de la persona, interfiriendo en el trabajo, las relaciones, el ocio, la vida en pareja, pudiendo causar problemas legales y generando malestar psicológico (vergüenza o culpa).

El objetivo terapéutico es disfrutar de la sexualidad, eligiendo libremente cuando se quiere o no llevar a cabo una relación sexual, disfrutar del sexo y no ser su esclavo, actuando de modo compulsivo.

Los criterios que se establecen para valorar si alguien tiene una adicción al sexo son los siguientes:

- La cantidad de tiempo invertido en fantasías y deseos sexuales, así como en la planificación y realización de conductas sexuales.

-  La urgencia en realizar la conducta.

- La necesidad de incrementar la intensidad o frecuencia de la conducta sexual, disminuyendo progresivamente el tiempo entre conductas.

- Las fantasías, los deseos y las conductas sexuales repetidas en respuesta a estados de ánimo no placenteros como  la ansiedad, la depresión, el aburrimiento, la irritabilidad…

- Las fantasías, los deseos y las conductas sexuales repetidas en respuesta a situaciones vitales estresantes.

- Los intentos persistentes pero infructuosos para controlar o reducir significativamente las fantasías, deseos y conductas.

- La falsa creencia subjetiva sobre el control de la adicción.

-  La implicación repetida en conductas sexuales ignorando el riesgo físico, psíquico o emocional, que pueda suponer para sí mismo o para otras personas.

- La frecuencia o intensidad de las fantasías, los deseos y las conductas sexuales provocan malestar o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad de la persona.

- La negación del problema y el autoengaño.

Como en el resto de adicciones, se trata de un síntoma que requiere primero de su control por parte del paciente y posterior trabajo de sus causas. En este sentido, los psicólogos contamos con las herramientas necesarias para su tratamiento, dentro de un contexto de colaboración con el paciente.